domingo, 7 de abril de 2024

01. EL TRABAJO CON OTROS (XI. NUESTRA RELACIÓN CON OTRAS ORGANIZACIONES DE TEMPERANCIA (EGW)

 

1. El Trabajo Con Otros. 
Manteneos hombro con hombro.
En otras iglesias hay cristianos que se destacan en defensa de los principios de la templanza. Debemos procurar acercarnos a estos obreros y preparar el terreno para que nos acompañen. Debemos invitar a hombres grandes y buenos a que secunden nuestros esfuerzos por salvar lo que se ha perdido (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).

Unámonos cuando podamos hacerlo.
Siempre que veáis una oportunidad de uniros con la gente temperante, hacedlo (Review and Herald, 14-2-1888).

Dondequiera que mi esposo, en sus tareas, tiene ocasión de hacerlo, invita a los obreros de la causa de la temperancia a sus reuniones y les da oportunidad de hablar. Y cuando se nos invita a nosotros a concurrir a sus reuniones, siempre lo hacemos (Carta 274, 1907).

Vinculaos sólo con los leales a Dios.
No hemos de ponernos de parte de organizaciones de temperancia compuestas de toda clase de hombres, con todo tipo de complacencias egoístas, y considerarlos reformadores. Existe una más alta norma bajo la cual se ha de agrupar nuestro pueblo. Como pueblo hemos de distinguir entre los que son leales a la ley de Dios y los que no lo son (Carta 1, 1882).

Una actitud razonable hacia otras organizaciones.
El asunto de la temperancia ha de ser respetado por todo cristiano genuino, y debiera recibir especialmente la aprobación de todos los que profesan ser reformadores. Pero habrá en la iglesia quienes no manifestarán prudencia en el manejo de este asunto. Algunos mostrarán un evidente desprecio por cualesquiera reformas que surjan en cualquier otro pueblo que no sea el de su propia fe; en esto pecan de excesivo exclusivismo. 194

Otros aceptarán ansiosamente toda novedad con pretensiones de temperancia, supeditando todo otro interés a ese punto; se ignora el carácter próspero, peculiar y santo de nuestra fe, se aceptan las reuniones de temperancia y se forma una alianza entre el pueblo observador de los mandamientos de Dios y toda clase de personas. Los peligros acosan la fe de toda alma que no está estrechamente relacionada con Dios (Carta 1, 1882).

Lecciones de una unión dañosa con un grupo superficial.
Se han formado sociedades y clubes de temperancia entre los que no hacen profesión de la verdad *. . . . Se me mostró que la condición de la iglesia de -------- era peculiar. Había muchos que, si hubieran manifestado tanto celo y espíritu misionero en la obra de la reforma entre nosotros como pueblo como lo hicieron con el Club de la Cinta Roja, Dios habría aprobado su forma de proceder. Pero las distintas organizaciones de temperancia son muy limitadas en sus ideas de reforma.

Los que asignan gran influencia a la agitación provocada por esta cuestión y al mismo tiempo son adictos al tabaco, beben té y café y gustan en su mesa de alimento destructor de la salud, no son personas temperantes. Realizan movimientos débiles y espasmódicos, llenos de celo y excitación, pero no van al fondo de la auténtica reforma y al poco tiempo manifestarán poco interés, y volverán muchos a sus impías y antiguas complacencias debido a que sólo arrancaron las hojas del árbol en lugar de poner el hacha a la raíz. Este asunto de la temperancia debe llegar a la raíz del mal o será de poco beneficio.

Nuestra influencia debe alcanzar al leal y fiel.
Mientras los nuestros se mezclen con la clase de los que son enemigos de Cristo y de la verdad, ellos no recibirán ni impartirán fuerza. . . No debemos ser exclusivistas como pueblo; nuestra luz debe difundirse, buscando constantemente salvar al que perece. Pero al hacer esto la fuerza de nuestra influencia debe siempre alcanzar al leal y fiel. . . .

La casa de Dios profanada.
La casa dedicada al culto de Dios no es el lugar para introducir la clase de gente 195 que va allí y contamina el templo de Dios con su intemperancia en el uso del tabaco al paso que se dicen abogados de la temperancia. Las palabras burdas, el habla y las acciones ruidosas, no constituyen un encomio para esos hermanos. . . . Es imposible para nuestro pueblo concordar con cualquier reunión o club de temperancia, cuando nuestra fe es tan diferente. . . .

Nuestros amigos incrédulos se han regocijado viendo que la disensión crecía en la iglesia a causa de los de nuestro pueblo que se unían con el Club de la Cinta Roja. No tenían simpatías por nosotros como pueblo en el asunto de la temperancia. Están muy atrás y han ridiculizado a nuestro pueblo como fanático de la salud. Ahora están deseando favorecerse y recibir el poder de nuestra influencia, al paso que no se acercan con simpatía a nuestra fe, cuando si el asunto hubiera sido manejado con discreción, podría haber influido sobre algunos para hacerles cambiar su opinión sobre nuestra fe.

 Si se hubiera dejado al club de temperancia que siguiera solo, nosotros, como pueblo, hallándonos en terreno más avanzado, guardando respectivamente la alta norma que Dios nos ha dado para cumplir como necesaria para nuestra posición y fe, habría habido en la iglesia una influencia mucho más saludable que la que se ve ahora sobre el asunto de la temperancia (Carta 1, 1882).

No se han de sacrificar los principios.
Por la luz que Dios me ha dado, todo miembro de entre nosotros debiera firmar el voto y vincularse con la asociación de temperancia. . . . Debiéramos unirnos con otra gente tanto como podamos hacerlo sin sacrificar los principios. Esto no significa que tengamos que ingresar en sus logias y sociedades *, sino que sepan que simpatizamos de todo corazón con la causa de la temperancia. 196 No deberíamos trabajar únicamente por nuestro pueblo, sino dedicar también trabajo a las mentes nobles fuera de nuestras filas. Debiéramos estar a la cabeza en la reforma pro temperancia 
(Review and Herald, 21-10-1884).

Labor efectiva en unión con obreros dedicados a la temperancia cristiana.
Poco después de que mi esposo y yo regresáramos de California a Míchigan en la primavera de 1877, se nos solicitó encarecidamente que participáramos en una reunión pública de temperancia, una gestión realmente loable que estaba en marcha entre la mejor clase de ciudadanos de Battle Creek. Este movimiento incluía al Club de Reforma Battle Creek, con seiscientos miembros, y a la Unión de Mujeres Cristianas, con doscientos sesenta. Dios, Cristo, el Espíritu Santo y la Biblia eran palabras corrientes en esos fervorosos obreros. Mucho bien se había realizado ya, y la actividad de los obreros, el método con el que trabajaban y el espíritu de sus reuniones prometían mayor bien en lo futuro. . . .
Por invitación de la Comisión de Arreglos, formada por el alcalde Austin, W. H. Skinner, cajero del banco First National y C. C. Peavey, hablé en la enorme tienda el domingo 1 de julio por la noche, acerca de la temperancia cristiana. Dios me ayudó aquella noche, y aunque hablé 90 minutos, la muchedumbre de más de 5.000 personas escuchó en un silencio absoluto (Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 282).

Presentad conferencias sobre temperancia en otras iglesias.
Que las conferencias sobre la reforma de la temperancia que se dan a los adventistas del séptimo día se presenten en otras iglesias. . . . Los adventistas no han de realizar ninguna campaña, escrita o de viva voz, contra ningún movimiento de temperancia (Carta 107, 1900).

Las diferencias doctrinales no deben alejarnos.
Aunque sus amigos no creen como nosotros en muchos puntos de doctrina *, no obstante debemos unirnos a ellos si por hacerlo así podemos ayudar a nuestros semejantes. Dios nos ha de hacer aprender individualmente a trabajar con tacto y habilidad en la causa de la temperancia y otras 197 reformas, y a emplear con sabiduría nuestros talentos para beneficio y elevación de la humanidad.

Si hemos de entrar en el gozo de nuestro Señor, debemos ser sus colaboradores. Con el amor de Jesús ardiendo en nuestro corazón, hallaremos siempre el camino para llegar a la mente y el corazón de los demás. Esto nos hará abnegados, considerados y bondadosos, y la bondad abre las puertas del corazón; la mansedumbre es por lejos más potente que el espíritu de Jehú (Review and Herald, 10-2-1885).

Sentir nuestra responsabilidad.
Los que han trabajado en la causa de la temperancia y en su obra han dejado al Señor a la zaga, debieran haber hecho mucho más en favor de sí mismos. Necesitamos sentir nuestra responsabilidad en esta obra 
(Review and Herald, 8-5-1900).

Relevados de construir edificios.
El plan y el constante esfuerzo de Satanás es enredar la obra de Dios en una labor supuestamente benéfica y excelente, de modo que las puertas no puedan abrirse para entrar en nuevos campos y trabajar con gente que posee conocimientos avanzados sobre principios de temperancia. Unirnos con esa gente en su obra, sería hacer una obra especial para este tiempo, sin hacernos cargo de las responsabilidades de un trabajo que exigirá un desembolso de medios en establecer edificios que pondrá en aprietos a las asociaciones, una obra que absorberá y consumirá pero no producirá 
(Manuscrito 46, 1900).

Dios abrirá el camino.
Buscad toda ocasión para iluminar y beneficiar a los obreros de la temperancia. Siempre me ha interesado la organización de la temperancia. Si el Espíritu Santo os conduce, se abrirán caminos para que obréis (Carta 316, 1907).

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