2. La Fuerza de Las Tendencias Heredadas.
Se transmiten apetitos insaciables.
Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos.
Con frecuencia, como resultado de la intemperancia de los padres, los hijos carecen de la fuerza física y poder mental y moral. Los que beben alcohol y los que usan tabaco pueden transmitir a sus hijos sus deseos insaciables, su sangre inflamada y sus nervios irritables, y se les transmiten en efecto. Los licenciosos legan a menudo sus deseos pecaminosos, y aun enfermedades repugnantes, como herencia a su prole. Como los hijos tienen menos poder que sus padres para resistir la tentación, hay en cada generación tendencia a rebajarse más y más (Patriarcas y Profetas, pág. 604).
Hasta la tercera y cuarta generación.
Nuestros progenitores nos han transmitido costumbres y apetitos que están llenando el mundo con enfermedad.
Los pecados de los padres, por causa del apetito pervertido, han visitado con terrible poder a los hijos hasta la tercera y cuarta generación. La mala alimentación de muchas generaciones, los hábitos de glotonería y de complacencia propia de la gente, están llenando nuestros hospicios, nuestras cárceles y nuestros manicomios. La intemperancia en beber té y café, vino, cerveza, ron y coñac, y el uso de tabaco, opio y otros narcóticos, ha resultado en gran degeneración mental y 155 física, y esta degeneración está aumentando constantemente (Review and Herald, 29-7-1884).
El legado a las generaciones venideras.
Dondequiera que los hábitos de los padres sean contrarios a la ley física, el daño hecho a sí mismos será repetido en las generaciones futuras (Manuscrito 3, 1897).
La raza está gimiendo bajo un peso de dolor acumulado debido a los pecados de generaciones anteriores. Y, sin embargo, con apenas una reflexión o cuidado, hombres y mujeres de la generación presente dan rienda suelta a la intemperancia hasta la saciedad y embriaguez, y con eso dejan, como un legado para la próxima generación, enfermedad, intelectos debilitados y costumbres corrompidas (Testimonies, tomo 4, pág. 31).
Contrarrestando tendencias heredadas.
Los padres pueden haber transmitido a sus hijos tendencias al apetito y la pasión, lo cual hará más difícil la tarea de educar y preparar a estos hijos para que sean estrictamente temperantes y tengan hábitos puros y virtuosos. Si el apetito por alimentos malsanos y por estimulantes y narcóticos les ha sido transmitido a ellos como un legado de sus padres, ¡qué responsabilidad terriblemente solemne descansa sobre los padres para contrarrestar las malas tendencias que les han dado a sus hijos! ¡Cuán fervientemente y diligentemente deberían los padres obrar para cumplir su deber, en fe y esperanza, para con su desdichada prole! (Testimonies, tomo 3, págs. 567, 568).
Hacer frente a la marea del mal.
Muchos sufren las consecuencias de las transgresiones de sus padres. Si bien no son responsables de lo que hicieron éstos, es, sin embargo, su deber averiguar lo que son o no son las violaciones de las leyes de la salud. Deberían evitar los hábitos malos de sus padres, y por medio de una vida correcta ponerse en mejores condiciones
(El Ministerio de Curación, pág. 179).
Ahora se requiere mayor poder moral.
Para los hombres de esta generación es mucho mayor que lo que era varias generaciones atrás la necesidad de llamar en su ayuda al poder de la voluntad, fortalecido por la gracia de Dios, a fin de resistir las tentaciones de Satanás y oponerse a la menor complacencia del apetito pervertido. Pero la presente generación tiene menos poder de autocontrol 156 que el que tenían los que vivieron entonces.
Aquellos que se entregan a estos estimulantes transmiten sus depravados apetitos y pasiones a sus hijos, y ahora se necesita mayor poder moral para oponerse a la intemperancia en todas sus formas. El único curso perfectamente seguro es mantenerse firme, observando temperancia estricta en todas las cosas, y nunca aventurándose en el camino de peligro (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 37).
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