1. Abstinencia de los deseos carnales
Siempre hay una reacción.
Bajo el título de estimulantes y narcóticos se clasifica una gran variedad de sustancias que, aunque empleadas como alimento y bebida, irritan el estómago, envenenan la sangre y excitan los nervios. Su consumo es un mal positivo.
Los hombres buscan la excitación de estimulantes, porque, por algunos momentos, producen sensaciones agradables. Pero siempre sobreviene la reacción. El uso de estimulantes antinaturales lleva siempre al exceso, y es un agente activo para provocar la degeneración y el decaimiento físico (El Ministerio de Curación, pág. 250).
La abarcante advertencia de Pedro.
"Os ruego. . . que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Ped. 2: 11), es el lenguaje que usa el apóstol Pedro. Muchos consideran esta advertencia aplicable sólo a la licencia; pero tiene un sentido más amplio. Nos guarda contra toda complacencia perjudicial del apetito o la pasión. Es una advertencia de las más fuertes contra el uso de estimulantes y narcóticos tales como el té, el café, el tabaco, el alcohol y la morfina. Estas complacencias pueden bien ser clasificadas entre la concupiscencia que ejerce una influencia perniciosa sobre el carácter moral. Cuanto más temprano en la vida se formen estos hábitos perjudiciales, más firmemente tomarán posesión de la víctima convirtiéndola en un esclavo de la concupiscencia, y más ciertamente rebajarán la norma de espiritualidad
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 74).
Aminora la actividad física y mental.
No permitáis que se os haga participar en el uso de estimulantes, porque esto no sólo producirá una reacción y la pérdida de fortaleza física, sino que traerá como consecuencia la ofuscación del intelecto (Testimonies, tomo 4, pág. 214). 66
La energía vital es impartida a la mente mediante el cerebro; por lo tanto el cerebro nunca debiera ser embotado por el uso de drogas, o excitado por el uso de estimulantes. Cerebro, hueso y músculo deben ser puestos en acción armoniosa para que todos puedan trabajar como máquinas bien reguladas, y cada parte actúe en armonía, sin que ninguna esté sobrecargada (Carta 100, 1898).
Cuando los que tienen el hábito de usar té, café, tabaco, opio, o licores alcohólicos, son privados de esta complacencia habitual, encuentran que es imposible participar con interés y con celo en el culto de Dios. La gracia de Dios parece carente de poder para avivar o espiritualizar sus oraciones o sus testimonios. Estos cristianos profesos deben considerar la fuente de su gozo. ¿Es de arriba o de abajo? (La Edificación del Carácter y la Formación de la Personalidad, pág. 41).
La edad avanzada de algunos no es argumento.
Los que consumen té, café, opio y alcohol pueden, a veces, alcanzar edad avanzada, pero este hecho no es argumento en favor del uso de esos estimulantes. Sólo el gran día de Dios revelará lo que esas personas podrían haber realizado, pero no lo hicieron, debido a sus hábitos de intemperancia (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 35).
No todos son tentados por igual.
Algunos miran con horror a hombres que han sido vencidos por el licor y andan haciendo eses y tambaleándose por la calle, cuando al mismo tiempo ellos están complaciendo su apetito por cosas que difieren en su naturaleza de la bebida alcohólica, pero que perjudican la salud, afectan el cerebro y destruyen su sentido elevado de las cosas espirituales.
El que bebe licores tiene apetito por la bebida fuerte, y lo satisface, mientras que otro no tiene apetito por las bebidas embriagantes, pero desea alguna otra complacencia perjudicial, y no practica la abnegación más de lo que lo hace el borracho (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 125.).
La falsificación satánica del árbol de la vida.
Del comienzo al fin, el crimen del uso del tabaco y de la medicación con opio y drogas tiene su origen en el conocimiento pervertido. Miles y decenas de miles de vidas se pierden por el acto de tomar y comer el fruto venenoso, mediante las complicaciones de nombres que el común del pueblo no comprende. Dios no dispuso que el hombre tuviese este gran conocimiento que los hombres dicen ser tan maravilloso. 67 Están usando los productos venenosos que Satanás mismo ha plantado para que tomen el lugar del árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones. Los hombres trafican con licores y drogas que están destruyendo a la familia humana (Manuscrito 119, 1898).
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