6. Temperancia y abstinencia total
Si algo hace falta para apagar la sed, el agua pura tomada poco antes o después de la comida es todo lo que la naturaleza requiere. Nunca té, café, cerveza, vino o ninguna bebida alcohólica. El agua es el mejor líquido de que dispongamos para limpiar los tejidos (Review and Herald 29-7- 1884).
Haríamos bien en considerar detenidamente la lección que aquí se presenta [la de Daniel y sus compañeros]. Nuestro peligro no está en la escasez, sino en la abundancia. Constantemente 90 estamos tentados a excedernos. Los que quieran conservar sus facultades íntegras para el servicio de Dios deben observar estricta temperancia en el uso de sus bondades, así como una total abstinencia de toda complacencia perjudicial o degradante.
Las generaciones jóvenes están rodeadas de incitaciones calculadas para tentar el apetito. Especialmente en nuestras grandes ciudades, se facilita toda forma de complacencia y se invita a disfrutarla. Aquellos que, como Daniel, se nieguen a contaminarse, cosecharán la recompensa de sus hábitos temperantes. Con su mayor vigor físico y poder de resistencia, tienen un depósito bancario al cual pueden acudir en caso de emergencia
(Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 27, 28).
Se insiste muchas veces en que para quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe proporcionársela una clase mejor de literatura de imaginación. Pero esto es como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, es la abstinencia total (El Ministerio de Curación, págs. 352, 353). 91
(La Temperancia de E. G. de White)
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