Conforme a mi anhelo y
esperanza de que en
nada seré avergonzado; antes
bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi
cuerpo, o por vida o por muerte. Filipenses 1:20.
Hoy, hay muchos bajo la sombra de la muerte que se habían
preparado para hacer una obra en favor
del Maestro, pero que no sientieron la responsabilidad sagrada de observar las leyes de la salud.
Las leyes del organismo físico son en la verdad las leyes de Dios; pero este
hecho parece haber sido olvidado.
Algunos se limitaron a un régimen que no podía mantenerlos en buena salud. No proveyeron
alimentos nutritivos para
reemplazar las sustancias perjudiciales; y no consideraron que para preparar satisfactoriamente los alimentos hay que ejercer ingenio. El organismo tiene
que ser debidamente nutrido con el fin de
poder realizar su obra...
Hay muchos en el
mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los
gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral se
oscurece y
el poder de discernir cosas sagradas se destruye en gran medida... Es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes.
Deben colocar la norma alta. Es esencial la
temperancia en el comer, el beber y el vestir. Los
principios deben tener la primacía en lugar del apetito o el antojo...
Significa mucho
ser leal a Dios. Él tiene derechos sobre todos los que están empeñados en su servicio.
Él desea que la
mente y el cuerpo sean preservados en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio de lo divino, y
que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta temperancia puedan
hacerlos.
Estamos bajo
una obligación ante Dios: la de hacer una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con todas las facultades apreciadas como dones
que él nos confiara, para ser
empleados en su servicio.
Todas
nuestras energías y capacidades han de ser constantemente
fortalecidas y mejoradas durante este período de prueba...
Si podemos
despertar la sensibilidad moral de nuestros hermanos sobre el tema de la
temperancia, se ganará una gran victoria.
Ha de enseñarse y practicarse la temperancia en todas las cosas
de esta vida. La
temperancia en el comer, el beber, el dormir y el vestir es uno de los
grandes principios de la vida religiosa.
La verdad
colocada en el santuario del alma guiará en el tratamiento del
cuerpo. Nada que concierna
a la salud del agente humano ha de
considerarse con indiferencia.
Nuestro
bienestar eterno depende del uso que hagamos durante esta vida de nuestro
tiempo, nuestra energía y nuestra influencia.
The Review and Herald, 11 de junio de 1914. Ver también Consejos sobre
el Régimen Alimenticio, 250,185,186. [307]