7. RELACIÓN CON LA FELIGRESÍA DE LA IGLESIA.
Un elemento vivo, fundamental en la iglesia.
En el círculo de la familia y en la iglesia deberíamos colocar la temperancia cristiana sobre una elevada plataforma. Debería ser un elemento vivo, fundamental, la reforma de los hábitos, la disposición y el carácter. La intemperancia está en la base de todos los males de nuestro mundo (Manuscrito 50, 1893).
Los que no deben ser admitidos en la iglesia.
Dios nos da el privilegio de estar bien despiertos respecto a este terrible mal. Que él nos ayude a trabajar con todo nuestro poder para salvar a hombres y mujeres y a la juventud de este esfuerzo del enemigo para entramparnos. No introducimos en la iglesia a los que usan bebidas alcohólicas o tabaco.
No podemos admitirlos.
Pero podemos tratar de ayudarlos a vencer esos hábitos. Podemos enseñarles que abandonando esas prácticas dañinas ellos y sus familias serán más felices. Los que tienen el corazón lleno del Espíritu de Dios no sentirán necesidad de estimulantes (Review and Herald, 15-6-1905).
El verdadero convertido abandona hábitos y apetitos contaminadores.
Los hombres y mujeres tienen muchos hábitos que son antagónicos con los principios de la Biblia. Las víctimas de las bebidas fuertes y del tabaco están corrompidas, 147 en cuerpo alma y espíritu. Tales personas no deben ser recibidas en la iglesia hasta que den evidencia de que están verdaderamente convertidas, que sienten la necesidad de la fe que obra por el amor y purifica el alma. La verdad de Dios purifica al verdadero creyente. El que está plenamente convertido abandonará todo hábito y apetito envilecedor. Por una abstinencia total vencerá su deseo de las complacencias destructoras de la salud (Evangelismo, pág. 196).
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