3. La profanación del templo de Dios
Inconveniente, costoso, sucio.
El uso del tabaco es un hábito inconveniente, costoso y sucio. Las enseñanzas de Cristo, que señalan la pureza,
la abnegación y la temperancia, todas reprenden esta práctica corruptora. . . . ¿Es para gloria de Dios que los hombres debiliten las facultades físicas, confundan el cerebro y rindan la voluntad a este veneno entontecedor?
(Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 17, 18).
Mirando a través de ventanas nubladas.
El joven que haya adquirido la costumbre de usar tabaco habrá contaminado todo su ser. La voluntad ya no tiene la prontitud y la fuerza que hacían de él, antes que aceptara el veneno del enemigo, una persona valiosa y en quien podía confiarse. . .No era necesario que su mente decayera. No necesitaba haber perdido la inspiración que viene de Dios.
Pero cuando el agente humano trabaja en perfecta armonía con el destructor, agitando nervios y músculos. . . de toda la estructura humana, 56 está dañando la maquinaria mediante la cual trabaja el intelecto. Está nublando las ventanas a través de las cuales ve. Lo ve todo bajo una luz pervertida (Manuscrito 17, 1898).
Incienso a su majestad satánica.
Al ver a personas que pretendían gozar de la bendición de una completa santificación mientras eran esclavas del tabaco y escupían y contaminaban todo a su alrededor, he pensado: ¿Qué tal sería el cielo si en él hubiera personas que usan tabaco? Los labios que estaban tomando el nombre precioso de Cristo estaban contaminados por la saliva mezclada con tabaco, el aliento estaba corrompido por el hedor, y los mismos rasgos denotaban contaminación; el alma que amaba esa suciedad y se gozaba en esa atmósfera venenosa, también tenía que estar contaminada. Las señales exteriores testificaban de lo que había adentro.
Hombres que profesan piedad ofrecen sus cuerpos en el altar de Satanás, y queman el incienso del tabaco a su majestad satánica. ¿Parece severa esta afirmación? La ofrenda debe ser presentada a alguna deidad. Como Dios es puro y santo y no aceptará nada que sea contaminador en su carácter, rechaza este sacrificio costoso, inmundo y profano; por lo tanto concluimos que es Satanás quien reclama ese honor (Counsels on Health, pág. 83).
La pipa o el cielo.
He visto más de un ejemplo del poder de estos hábitos. Conocí a una mujer cuyo médico le había aconsejado que fumara como remedio para el asma. Según las apariencias, había sido una ferviente cristiana durante muchos años, pero llegó a ser tan adicta a fumar, que cuando se la instó a renunciar a ese hábito por malsano y contaminador, se negó terminantemente a hacerlo. Dijo: "Cuando se me presente claramente el asunto de que debo renunciar a mi pipa o perder el cielo, entonces diré: 'Adiós, cielo'; no puedo abandonar mi pipa".
Esta mujer sólo estaba expresando con palabras lo que muchos dicen con sus actos. Dios, el hacedor de cielo y tierra, el que creó al hombre y exige todo su corazón, todos sus afectos, es puesto en segundo lugar después de este repugnante y contaminador hábito molesto, el tabaco (Carta 8, 1893). El universo no caído se asombra que se descarte a Cristo en favor de estas complacencias que destruyen alma y cuerpo (Carta 8, 1893). 57
Débil apreciación de la expiación y de las cosas eternas.
Cuando practicamos un régimen de comida y bebida que disminuye el vigor mental y físico, o somos hechos presa de hábitos que tienden hacia ese resultado, deshonramos a Dios porque le robamos el servicio que él exige de nosotros.
Los que adquieren y fomentan el apetito artificial por el tabaco, lo hacen a expensas de la salud. Están destruyendo energía nerviosa, cercenando fuerza vital y sacrificando fortaleza mental. Los que profesan ser seguidores de Cristo y tienen este terrible pecado en la puerta, no pueden tener una elevada apreciación de la expiación y una alta estima de las cosas eternas. Las mentes que están ofuscadas y parcialmente paralizadas por sustancias malsanas, son vencidas fácilmente por la tentación y no pueden gozar de comunión con Dios (Signs of the Times, 6-1-1876).
Si Cristo y los apóstoles estuvieran aquí.
El apóstol Santiago dice que la sabiduría que viene de arriba "primeramente es pura". Si él hubiera visto a sus hermanos usar tabaco, ¿no habría denunciado la práctica como "terrena, animal, diabólica"?
(La Edificación del Carácter y la Formación de la Personalidad, pág. 24).
Si Pedro estuviera ahora en la tierra, exhortaría a los que dicen ser seguidores de Cristo a abstenerse de los deseos carnales que batallan contra el alma. Pablo pediría a todas las iglesias que se limpiaran de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Cristo echaría del templo a aquellos que estuvieran contaminados por el uso del tabaco y que mancillaran el santuario de Dios con su aliento tabacal. Diría a esos adoradores, como a los judíos: "Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Nosotros diríamos a los tales: Vuestras ofrendas profanas de tabaco mascado y arrojado, contaminan el templo, y Dios las abomina. Vuestra adoración no es aceptable, porque vuestros cuerpos, que debieran ser templos del Espíritu Santo, están contaminados. Vosotros también robáis a la tesorería de Dios miles de dólares por complacer el apetito artificial (Signs of the Times, 13-8- 1874).
Sacerdotes que usaran tabaco habrían sufrido la muerte.
Los sacerdotes, que ministraban en las cosas sagradas, recibieron la orden de lavarse pies y manos antes de entrar en el tabernáculo, 58 a la presencia de Dios, para pedir por Israel, para que no profanasen el santuario. Si los sacerdotes hubiesen entrado al santuario con la boca contaminada por el tabaco, habrían compartido la suerte de Nadab y Abiú.
Sin embargo, profesos cristianos se inclinan delante de Dios en sus familias para orar, con sus labios contaminados por la suciedad del tabaco. . . .
Sed limpios.
Hombres que han sido apartados por la imposición de las manos para ministrar en las cosas sagradas, a menudo se paran detrás del púlpito con su boca contaminada, sus labios mancillados y su aliento corrompido por las suciedades del tabaco. Hablan a la congregación en lugar de Cristo. ¿Cómo puede un servicio tal ser aceptable a un Dios santo, que exigía que los sacerdotes de Israel hicieran preparativos muy especiales antes de entrar a su presencia, para que su augusta santidad no los consumiera por deshonrarlo, como en el caso de Nadab y Abiú?
Pueden estar seguros los tales que el poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Profesan servir a Dios mientras están cometiendo idolatría, haciendo un dios de su apetito. El tabaco es su ídolo acariciado. Toda consideración elevada y santa debe inclinarse ante él. Profesan ser adoradores de Dios, y al mismo tiempo están violando el primer mandamiento. Tienen otros dioses delante de Jehová. "¡Sed limpios, los que lleváis los vasos de Jehová!"
(Spiritual Gifts, tomo 4, págs. 127, 128).
No contaminará el templo de Dios.
Dios desea que todos los que creen en él sientan la necesidad de mejorar. Debe aumentarse toda facultad recibida.
No debe ponerse a un lado ningún don. Como labranza y edificio de Dios, el hombre está bajo su supervisión en todo sentido de la palabra, y cuanto más se familiarice con su Hacedor, tanto más sagrada considerará su propia vida.
No pondrá tabaco en su boca, sabiendo que contamina el templo de Dios. No beberá vino o licor, porque, como el tabaco, degradan todo el ser (Manuscrito 130, 1899).
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