jueves, 4 de abril de 2024

04. UN DERROCHE DE ECONOMÍAS (III. EL TABACO) LA TEMPERANCIA (EGW)

 

4. Un derroche de economías
El dinero de Dios despilfarrado.
El amor al tabaco es un deseo apremiante. Por él se despilfarran medios que ayudarían en la buena obra de vestir al desnudo, alimentar al hambriento y enviar la verdad a las pobres almas sin Cristo. 59 ¡Qué registro aparecerá cuando las cuentas de la vida sean arregladas en el libro de Dios! Aparecerá que enormes sumas de dinero se han gastado en tabaco y bebidas alcohólicas. ¿Para qué? ¿Para asegurar la salud y prolongar la vida? ¡Oh, no! ¿Para ayudar en el logro de un carácter cristiano y la aptitud para la compañía de los santos ángeles? ¡Oh, no!, sino para fomentar un depravado apetito artificial por aquello que envenena y mata, no sólo a quien lo usa, sino a aquellos a quienes transmite su legado de enfermedad y debilidad mental (Signs of the Times, 27- 10-1887).

Todos deberán dar cuenta.
Millones de dólares se gastan en estimulantes y estupefacientes. Todo este dinero pertenece por derecho a Dios, y los que de esta forma malversan los bienes confiados por él, algún día serán llamados a rendir cuenta de cómo han usado los bienes de su Señor (Carta 243a, 1905).

Los que usan tabaco que consideren lo que hacen.
¿Habéis considerado vuestra responsabilidad como mayordomos de Dios respecto a los recursos que están en vuestras manos? ¿Cuánto dinero del Señor gastáis en tabaco? Recapacitad en lo que habéis gastado así en toda vuestra vida. ¿Cómo se compara el importe de lo gastado en este vicio con lo que habéis dado para aliviar a los pobres y difundir el Evangelio?

Ningún ser humano necesita tabaco; en cambio hay muchedumbres que mueren por falta de los recursos que gastados en tabaco resultan más que derrochados. ¿No habéis malgastado los bienes del Señor? ¿No os habéis hecho reos de hurto para con Dios y para con vuestros semejantes? ¿No sabéis que "no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (El Ministerio de Curación, pág. 253).

Apetito versus afecto natural y exigencias de Dios.
Los esclavos del tabaco verán a sus familias sufrir por falta de comodidades de vida y del alimento necesario, pero no tendrán la fuerza de voluntad para renunciar a su tabaco. Los clamores del apetito prevalecen sobre el afecto natural. Los domina el apetito, que tienen en común con las bestias. No progresaría la causa del cristianismo, ni aun de la humanidad, si dependiera de quienes usan habitualmente tabaco y licor. Si tuvieran medios para dedicar solamente en un sentido, la tesorería del Señor no estaría bien abastecida, pero ellos dispondrían de su tabaco y licor. 60 El que idolatra el tabaco no renunciará a su apetito por la causa de Dios (Review and Herald, 8-8- 1874).

Tomando la delantera en abnegación, sacrificio propio y temperancia.
El hombre que ha llegado a ser la propiedad de Jesucristo, y cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo, no será esclavizado por el hábito pernicioso del empleo del tabaco. Sus facultades pertenecen a Cristo, que lo ha comprado con el precio de su sangre. Su propiedad es del Señor. ¿Cómo, pues, puede quedar sin culpa al gastar todos los días el capital que el Señor le ha confiado para gratificar un apetito que no tiene fundamento en la naturaleza?

Una enorme suma se malgasta todos los años en esta complacencia, mientras que hay almas que perecen por falta de la palabra de vida. Los profesos cristianos roban a Dios en los diezmos y las ofrendas, mientras ofrecen sobre el altar del vicio destructor en el uso del tabaco, más de lo que dan para aliviar a los pobres o para suplir las necesidades de la causa de Dios. Los que están verdaderamente santificados, vencerán todo deseo pernicioso. 

 Entonces, todos estos canales de gastos innecesarios fluirán a la tesorería del Señor, y los cristianos serán los primeros en la abnegación, el sacrificio propio y la temperancia. Entonces serán la luz del mundo 
(La Edificación del Carácter y la Formación de la Personalidad, págs. 39, 40).

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