4. Ejemplo Y Conducción Paternales.
Responsables por el carácter.
Solamente muy pocos padres comprenden que sus hijos son lo que su ejemplo y 160 disciplina los han hecho, y que ellos son responsables por los caracteres que desarrollan sus hijos (The Health Reformer, diciembre de 1872).
Es obra de las madres ayudar a sus hijos a adquirir hábitos correctos y gustos puros. Eduquen el apetito; enseñen a sus hijos a aborrecer los estimulantes. Críen a los hijos de modo que tengan vigor moral para resistir al mal que los rodea. Enséñenles a no dejarse desviar por nadie, a no ceder a ninguna influencia por fuerte que sea, sino a ejercer ellos mismos influencia sobre los demás para el bien (El Ministerio de Curación, pág. 257).
La madre un ejemplo.
La mujer debe ocupar en la familia una posición más sagrada y elevada que la del rey sobre su trono. Su gran obra es hacer de su vida un ejemplo vivo el cual desearía que sus hijos imiten (Testimonies, tomo 3, pág. 566).
Temperancia en todos los detalles de la vida hogareña.
Los padres deberían conducirse de tal modo que sus vidas sean una lección diaria de control sobre sí mismos y abstención para su casa. . . . Recomendamos con ahínco que los principios de la temperancia sean practicados en todos los detalles de la vida del hogar, que el ejemplo de los padres sea una lección de temperancia (Signs of the Times, 20-4-1882).
Dios completará los esfuerzos de los padres.
Cuando atendáis vuestros deberes como padre o madre, en el poder de Dios, con una firme determinación de nunca mitigar vuestros esfuerzos ni abandonar vuestro puesto del deber, esforzándonos en hacer de vuestros hijos lo que Dios haría de ellos, entonces Dios mirará sobre vosotros con aprobación. El sabe que estáis haciendo lo mejor que podéis,
y él aumentará vuestro poder.
Dios hará por sí mismo la parte de la obra que la madre o el padre no pueden hacer; él obrará con los esfuerzos sabios, pacientes, bien dirigidos de la madre temerosa de Dios. Padres, Dios no se propone hacer la obra que ha dejado para que vosotros hagáis en vuestro hogar. Si queréis tener a salvo a vuestros hijos de los peligros que los rodean en el mundo, no debéis entregaros a la indolencia y ser siervos perezosos (Review and Herald, 10-7-1888). 161
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