4. La instrucción sobre temperancia:
"uno de los objetivos de nuestra obra médica"
Establecidos para predicar la verdadera temperancia.
Es con este propósito con el cual nuestros sanatorios están establecidos,
para predicar la verdadera temperancia (Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 191).
Presentadla desde el punto de vista moral.
En nuestros sanatorios nuestros ministros que se ocupan de la palabra y la doctrina, debieran presentar charlas breves sobre los principios de la temperancia, mostrando que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo y recordándole a la gente la responsabilidad que tiene sobre sí, como posesión comprada de Dios, de hacer del cuerpo un templo santo, apto para que more el Espíritu Santo. Cuando se le presente esta instrucción, la gente llegará a interesarse en la doctrina de la Biblia.
También debe presentarse la pestilencia moral que está asemejando a los habitantes del mundo actual a los del mundo antes del diluvio: audaces, blasfemos, intemperantes, corrompidos. Los pecados que se practican están convirtiendo a esta tierra en un lazareto de corrupción. Estos pecados deben ser severamente reprochados. Los que predican deben levantar la norma de la temperancia desde el punto de vista cristiano. Cuando la temperancia sea presentada como parte del Evangelio, muchos verán su necesidad de reforma (Manuscrito 14, 1901). 219
Los médicos han de instruir en asuntos de temperancia.
Deben dar instrucción a la gente acerca de los peligros de la intemperancia. En lo futuro este mal deberá combatiese más audazmente que en lo pasado. Los ministros y los médicos deben presentar los males de la intemperancia. Ambas clases deben trabajar en el Evangelio con poder para condenar el pecado y ensalzar la justicia. Los ministros o médicos que no dirigen llamamientos personales a la gente son remisos en su deber. No cumplen la obra que Dios les ha asignado
(Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).
Hay que enseñar temperancia estricta.
Cuando el médico ve sufrir al paciente de una enfermedad derivada de alimentos o brebajes impropios o de otros hábitos erróneos, y no se lo dice, le perjudica. Los beodos, los dementes, los disolutos, todos imponen al médico la declaración terminante de que los padecimientos son resultado del pecado. Los que entienden los principios de la vida deberían esforzarse por contrarrestar las causas de las enfermedades. Al ver el continuo conflicto con el dolor y tener que luchar constantemente por aliviar a los que padecen, ¿cómo puede el médico guardar silencio? ¿Puede decirse que es benévolo y compasivo si deja de enseñar la estricta templanza como remedio contra la enfermedad?
(El Ministerio de Curación, pág. 77).
Un guardián de la salud física y moral.
El verdadero médico es educador. Reconoce su responsabilidad, no sólo para con los enfermos que están bajo su cuidado personal, sino también para con la población en que vive. Es guardián de la salud física y moral. Su tarea no sólo consiste en enseñar métodos acertados para el tratamiento de los enfermos, sino también en fomentar buenos hábitos de vida y esparcir el conocimiento de sanos principios.
Nunca fue tan necesario como hoy dar educación en los principios que rigen la salud. A pesar de los maravillosos adelantos relacionados con las comodidades y el bienestar de la vida, y aun con la higiene y el tratamiento de las enfermedades, resulta alarmante el decaimiento del vigor y de la resistencia física. Esto requiere la atención de cuantos toman muy a pecho el bienestar del prójimo.
Nuestra civilización artificial fomenta males que anulan los sanos principios. Las costumbres y modas están en pugna con la naturaleza. Las prácticas que imponen, y los apetitos 220 que alientan, aminoran la fuerza física y mental y echan sobre la humanidad una carga insoportable. Por doquiera se ven intemperancia y crímenes, enfermedad y miseria.
Muchos violan las leyes de la salud por ignorancia, y necesitan instrucción. Pero la mayoría sabe cosas mejores que las que practica. Debe comprender cuán importante es que rija su vida por sus conocimientos. El médico tiene muchas oportunidades para hacer conocer los principios que rigen la salud y para enseñar cuán importante es que se los ponga en práctica. Mediante acertadas instrucciones puede hacer mucho para corregir males que causan perjuicios indecibles
(El Ministerio de Curación, págs. 87, 88).
El sanatorio, una fuerza educadora.
Que los asuntos que conciernen a la reforma pro salud ocupen un lugar sobresaliente en la obra de todos nuestros sanatorios y escuelas. El Señor desea hacer de nuestros sanatorios una fuerza educadora en todo lugar. Sea que se trate de grandes o pequeñas instituciones, la responsabilidad es la misma.
La comisión del Salvador para nosotros es: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Manuscrito 65, 1908).
Los pacientes dejarán de sentir necesidad de estimulantes y narcóticos.
En nuestras instituciones médicas debiera darse instrucción clara en cuanto a la temperancia. Se les debiera mostrar a los pacientes lo nocivo de las bebidas embriagantes, y la bendición que hay en la total abstinencia. Se les debiera pedir que abandonen las cosas que han arruinado su salud, y en su lugar se les debiera proveer de fruta en abundancia. . . Y cuando a los enfermos se los haga realizar esfuerzo físico, el cerebro y los nervios agotados hallarán alivio, y el agua pura y el alimento saludable y apetitoso los restaurarán y fortalecerán. No sentirán necesidad de drogas o de bebidas embriagantes destructoras de la salud (Carta 145, 1904).
En relación con los restaurantes higiénicos.
Se han de establecer restaurantes higiénicos en las ciudades, y por su medio proclamar el mensaje de temperancia. Debieran hacerse arreglos para realizar reuniones en relación con nuestros Restaurantes. Toda vez que sea posible, téngase una habitación donde se pueda invitar a los parroquianos a 221 conferencias sobre la ciencia de la salud y la temperancia cristiana, en las que puedan recibir instrucción sobre la preparación de alimento saludable y otros temas importantes. En esas reuniones debiera haber oración, canto y disertación, no sólo sobre los temas de la salud y la temperancia, sino también sobre otros asuntos bíblicos apropiados. Cuando se enseñe a la gente cómo preservar la salud física, aparecerán muchas oportunidades de sembrar las semillas del Evangelio del reino (Testimonies, tomo 7, pág. 115).
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