2. UN DISCURSO SOBRE TEMPERANCIA (1891)
Satanás fue el primer rebelde del universo, y desde su expulsión del cielo, siempre ha estado procurando que cada miembro de la familia humana apostate de Dios, así como él lo hizo. Trazó sus planes para arruinar al hombre, y mediante la indebida complacencia del apetito, lo indujo a transgredir los mandamientos de Dios. Tentó a Adán y a Eva para que comieran del fruto prohibido y así consiguió su caída y expulsión del Edén.
Cuántos dicen: "Si yo hubiera estado en el lugar de Adán, nunca habría transgredido en una prueba tan simple". Pero tú, que te jactas así, tienes una gran oportunidad de mostrar tu fortaleza de propósito, tu fidelidad a los principios en la prueba. ¿Obedeces cada orden de Dios? ¿No ve Dios pecado en tu vida?
Ojalá la caída de Adán y Eva hubiera sido la única caída. Pero desde la pérdida del Edén hasta ahora, ha habido 243 una sucesión de caídas. Satanás se ha propuesto arruinar al hombre apartándolo de la lealtad a los mandamientos de Dios, y uno de sus métodos más efectivos es el de tentarlo a la complacencia del apetito pervertido. Por doquiera vemos las señales de la intemperancia humana. En nuestras ciudades y aldeas hay tabernas en cada rincón, y en los rostros de sus clientes vemos la terrible obra de ruina y destrucción.
Por doquiera, Satanás procura atraer a los jóvenes al camino de la perdición, y si puede colocar una vez los pies de ellos en el camino, los apresura en su curso descendente guiándolos de un libertinaje a otro, hasta que sus víctimas pierden la sensibilidad de la conciencia y no tienen más temor de Dios delante de sus ojos. Cada vez tienen menos dominio propio. Se entregan al vino y al alcohol, al tabaco y al opio, y van de un grado de disipación a otro. Son esclavos del apetito. Aprenden a despreciar consejos que una vez respetaron. Se revisten de fanfarronería y se jactan de ser libres, cuando son los esclavos de la corrupción. Por libertad quieren decir que son esclavos del egoísmo, del apetito depravado y del libertinaje.
Prosigue la controversia.
En el mundo prosigue una gran controversia. Satanás está determinado a que los seres humanos sean sus súbditos, pero Cristo ha pagado un precio infinito para que el hombre pueda ser redimido del enemigo y para que la imagen moral de Dios sea restaurada en la raza caída. Al instituir el plan de salvación, Dios ha hecho resaltar que da al hombre un precio infinito; pero Satanás procura anular este plan haciendo que el hombre no cumpla las condiciones bajo las cuales se proporciona la salvación.
Cuando Cristo comenzó su ministerio, se arrodilló a la orilla del Jordán y ofreció una petición al Cielo a favor de la raza humana. Había recibido el bautismo de manos de Juan y los cielos se abrieron, el Espíritu de Dios, en la forma de una paloma, lo rodeó, y del cielo se oyó una voz que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia". Fue oída la oración de Cristo por un mundo perdido y todos los que creen en él son aceptados en el Amado. Mediante Cristo, los hombres caídos pueden hallar acceso al Padre, pueden tener gracia que los capacite para ser vencedores por los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. 244
El significado de la victoria de Cristo.
Después de su bautismo, Cristo fue guiado por el Espíritu al desierto. Había tomado la humanidad sobre sí, y Satanás se jactaba de que lo vencería como había vencido a hombres fuertes de los siglos pasados, y lo asaltó con las tentaciones que habían causado la caída del hombre. Había de decidirse en este mundo el gran conflicto entre Cristo y Satanás. Si el tentador podía tener éxito venciendo a Cristo aun en un solo punto, el mundo sería dejado a la perdición. Satanás quería tener poder para herir la cabeza del Hijo de Dios; pero la simiente de la mujer había de herir la cabeza de la serpiente; Cristo había de desbaratar al príncipe de la potestad de las tinieblas.
Cristo ayunó en el desierto durante cuarenta días. ¿Para qué lo hizo? ¿Había algo en el carácter del Hijo de Dios que requería una humillación y sufrimiento tan grandes? No, era sin pecado. Soportó toda esa humillación y aguda angustia por causa del hombre caído, y nunca podemos comprender el carácter oprobioso del pecado de la complacencia del apetito pervertido, excepto cuando comprendemos el significado espiritual del largo ayuno del Hijo de Dios.
Nunca podemos comprender la fuerza y poder cautivador del apetito, hasta que discernimos el carácter del conflicto del Salvador al vencer a Satanás, colocando así al hombre en terreno ventajoso, donde, por los méritos de la sangre de Cristo, puede resistir a los poderes de las tinieblas y vencer por sí mismo.
Después de ese largo ayuno, Cristo estaba hambriento, y en su debilidad Satanás lo asaltó con las fieras tentaciones.
El diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan". Satanás pretendió ser el mensajero de Dios, aduciendo que Dios había visto la disposición del Salvador para colocar sus pies en el sendero de la abnegación, y que no se requería que sufriera más humillaciones y dolor sino que podía ser liberado del terrible conflicto que estaba delante de él como Redentor del mundo.
Trató de persuadirlo que Dios tan sólo quería probar su fidelidad, que ahora su lealtad se había manifestado plenamente, y que estaba en libertad de usar su poder divino para aliviar sus propias necesidades. Pero Cristo advirtió la tentación y declaró: "Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". 245
Cuando seáis tentados a una ilícita complacencia del apetito, debéis recordar el ejemplo de Cristo y debéis manteneros firmes venciendo como venció Cristo. Debéis responder diciendo: "Así dice Jehová", y en esa forma definir la cuestión para siempre con el príncipe de las tinieblas.
Si parlamentáis con la tentación y usáis vuestras propias palabras, sintiendo suficiencia propia, estando llenos de arrogancia, seréis vencidos. Las armas que usó Cristo fueron las palabras de Dios: "Escrito está"; y si esgrimís la espada del Espíritu, también podréis salir victoriosos por los méritos de vuestro Redentor.
Satanás tiene más éxito con el hombre.
Las tres principales tentaciones con las cuales es acosado el hombre fueron soportadas por el Hijo de Dios. Rehusó rendirse al enemigo en cuanto al apetito, la ambición y el amor del mundo. Pero Satanás tiene más éxito cuando asalta el corazón humano. Induciendo a los hombres a rendirse a sus tentaciones, puede dominarlos. Y no hay otra clase de tentaciones en las que tenga mayor éxito que mediante las que se refieren al apetito. Si puede controlar el apetito, puede controlar a todo el hombre.
No hay sino dos poderes que dominan la mente de los hombres: el poder de Dios y el poder de Satanás. Cristo es el Creador y Redentor del hombre; Satanás es el enemigo y destructor del hombre. El que se ha entregado a Dios, se vigorizará para la gloria de Dios, en cuerpo, alma y espíritu.
El que se ha entregado al control de Satanás, se destruye a sí mismo. Más de un hombre vende su razón por un vaso de licor y se convierte en una amenaza para su familia, su vecindario y su país. Sus hijos se ocultan cuando viene a casa y su desanimada esposa teme encontrarse con él porque la saluda con golpes crueles. Gasta su dinero en bebidas fuertes mientras su esposa e hijos sufren por falta de las cosas indispensables para la vida.
Satanás dirige a las víctimas del apetito a hechos de violencia. El bebedor de licor es un hombre de pasiones fieras y fácilmente excitables y presenta cualquier excusa trivial para pelear; y cuando está bajo la influencia de la pasión, el ebrio no perdonará ni a su mejor amigo. Con frecuencia oímos de asesinatos y hechos de violencia y encontramos que la principal causa es el hábito de beber licores. 246
Bebedores moderados.
Hay quienes se llaman a sí mismos defensores de la temperancia y, sin embargo, se complacen en el consumo de vino y sidra, pretendiendo que esos estimulantes no son dañinos y son aun saludables. Así muchos dan el primer paso en el sendero descendente. Se produce la ebriedad tan ciertamente con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y es la peor clase de ebriedad.
Las pasiones son más perversas; la transformación del carácter es mayor, más determinada y obstinada. Unos pocos vasos de sidra o vino pueden despertar el apetito por bebidas más fuertes, y en muchos casos los que han llegado a ser bebedores consumados han colocado así el fundamento del hábito de la bebida.
Para las personas que han heredado una predisposición por los estimulantes, es muy peligroso que tengan a su alcance vino y sidra en su casa; pues Satanás continuamente los insta a dar rienda suelta a su deseo. Si se rinden a la tentación, no saben dónde detenerse; el apetito demanda más y más, y es complacido para ruina de ellos. Se nubla el cerebro la razón no domina más las riendas, sino que las coloca sobre el cuello de la concupiscencia.
Abunda el libertinaje y se practican vicios de toda clase como resultado de la complacencia del apetito por vino y sidra.
Es imposible que un adicto a esos estimulantes y acostumbrado a su uso, luego crezca en la gracia. Se vuelve vulgar y sensual; las pasiones animales controlan las facultades superiores de la mente y no se fomenta la virtud.
Beber moderadamente es una escuela en la cual los hombres se educan para la carrera de los ebrios. Tan gradualmente los aparta Satanás de los baluartes de la temperancia, tan insidiosamente el vino y la sidra ejercen su influencia sobre el gusto, que se entra en la senda de la ebriedad sin advertirlo.
Se cultiva el gusto por los estimulantes; se desajusta el sistema nervioso; Satanás mantiene la mente en una inquietud febril; y la pobre víctima imaginándose perfectamente segura, prosigue más y más, hasta que se derriba toda barrera y se sacrifica todo principio.
Se minan las resoluciones más fuertes y los intereses eternos son demasiado débiles para mantener el apetito pervertido bajo el dominio de la razón. Algunos a la verdad nunca están ebrios pero siempre están bajo la influencia de bebidas suaves. Su mente es febril e inestable, no caen en un 247 verdadero delirio, pero son realmente desequilibrados pues están pervertidas las facultades más nobles de la mente.
También el tabaco.
También los que usan tabaco están debilitando sus facultades físicas y mentales. El uso de tabaco no se funda en la naturaleza. La naturaleza se rebela contra él y cuando el fumador trata primero de forzar ese hábito antinatural sobre su organismo, se riñe una dura batalla. El estómago y, ciertamente, todo el cuerpo se rebelan contra la práctica abominable, pero el culpable persevera hasta que la naturaleza renuncia a la lucha y el hombre se convierte en un esclavo del tabaco.
Si la salvación se le ofreciera al hombre en condiciones tan difíciles de soportar, Dios sería considerado como un amo duro. Satanás es un amo duro y requiere que sus súbditos pasen por pruebas difíciles, y los convierte en esclavos de la pasión y del apetito; pero Dios es consecuente en todos sus requerimientos y pide de sus hijos sólo lo que redundará en su felicidad presente y eterna. "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". Esta es la orden de Dios y sin embargo, cuántos, aun de los que profesan ser siervos de Dios, son adictos al tabaco y lo convierten en su ídolo. Los hombres debieran disfrutar de aire puro, debieran tener buen aliento y debieran alabar a Dios por sus beneficios, sin embargo están corrompiendo la atmósfera con el humo de pipas y cigarrillos. Deben pasar por el suplicio de fumar a fin de estimular los pobres nervios relajados como una preparación para los deberes del día; pues si no fumaran, serían irritables e incapaces de controlar sus pensamientos.
No había fumado.
Como ilustración de la incapacidad del fumador de dominar sus sentidos cuando le falta el estimulante, relataré algo que supe. Un hombre de edad que fue una vez mi vecino inmediato era gran fumador; pero una mañana no había fumado como lo hacía habitualmente, cuando entré para que me diera un libro que le había prestado.
En vez de entregarme el libro que le pedía, me dio una brida. En vano me esforcé para hacerle entender lo que quería; tuve que retirarme sin el libro. Al día siguiente, fui otra vez y le hice el mismo pedido, y él inmediatamente me dio el libro. Entonces le pregunté por qué no me lo había dado el día anterior. Dijo: "¡Cómo! ¿Estuvo Ud. aquí ayer? No me acuerdo. Oh, ya sé lo que pasó. 248 ¡No había fumado!" Tal era el efecto sobre su mente cuando no usaba el estimulante.
Su médico le dijo que debía abandonar esa práctica, o no viviría. Ciertamente la abandonó, pero de allí en adelante siempre sufrió por la falta de su estimulante acostumbrado; tuvo que luchar una batalla continua. A los noventa años de edad, un día estaba buscando algo. Cuando se le preguntó qué quería, contestó: "Estaba buscando mi tabaco". Sufría sin él, y sin embargo continuar su uso significaba muerte para él.
Un camino de liberación.
Dios requiere que sus hijos se abstengan siempre de tales hábitos antinaturales y desastrosos. Pero, cuando los hombres están atados por esas cadenas, ¿no hay camino de liberación? Sí, el Señor Jesús ha muerto para que, por los méritos de su vida y muerte, puedan vencer los hombres. Puede también salvar hasta lo sumo a los que se allegan a Dios por su intermedio. Vino a la tierra para que pudiera combinar el poder divino con el esfuerzo humano y, cooperando con Cristo, colocando la voluntad del lado de Dios, el esclavo puede llegar a ser libre, heredero de Dios y coheredero con Cristo.
La sensibilidad moral se nubla con el vino.
En los días de Israel, cuando fue instituido el servicio del santuario, el Señor ordenó que sólo se debía usar fuego sagrado cuando se quemara incienso. El fuego sagrado fue encendido por Dios mismo, y el humo fragante representaba las oraciones del pueblo que ascendían delante de Dios.
Nadab y Abiú fueron sacerdotes del santuario, y aunque no era legítimo usar fuego común, cuando esos sacerdotes fueron delante de Dios, se atrevieron a encender sus incensarios con fuego sin consagrar. Los sacerdotes se habían estado complaciendo en el consumo de vino y estaba nublada su sensibilidad moral; no discernieron el carácter de sus acciones ni comprendieron cuál sería la terrible consecuencia de su pecado. Un fuego salió llameante del lugar santísimo y los consumió.
Después de la destrucción de Nadab y Abiú, el Señor habló a Aarón y le dijo: "Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les 249 ha dicho por medio de Moisés". Los sacerdotes y jueces de Israel habían de ser hombres estrictamente temperantes a fin de que sus mentes fueran claras para discriminar entre los recto y lo erróneo, para que poseyeran firmeza de principios y sabiduría para administrar justicia y mostrar misericordia.
Si los hombres fueran estrictamente temperantes.
Cómo mejoraría nuestro país si se realizaran todos estos requerimientos, si los hombres que están en puestos sagrados y judiciales vivieran con cada palabra que procede de la boca de Dios. Dios, que hizo al hombre, ¿acaso no sabe lo que es mejor para él, qué es más conducente para sus intereses espirituales y eternos? Dios está obrando para el mayor bien de sus criaturas.
Si los hombres fueran estrictamente temperantes, no habría ni la décima parte de las muertes que hay ahora y disminuirían grandemente los sufrimientos físicos y mentales. Habría muchos menos accidentes en tierra y mar. Debido a que el hombre procede como le place, en vez de someterse a los requerimientos de Dios, hay tanto mal en el mundo.
Dios nos ha dado leyes para que vivamos por ellas, pero ahora, como en los días de Noé, la imaginación del corazón de los hombres es de continuo solamente el mal; los hombres caminan conforme a las inclinaciones y maquinaciones de su propio corazón y así se acarrearán su propia ruina. Dios quiere que los hombres se mantengan en su virilidad de origen divino, libres de la esclavitud del apetito.
¿Cómo pueden confiar los hombres en las decisiones de jurados que son adictos al licor y al tabaco? Si son llamados a decidir en casos importantes, cuando están privados de sus estimulantes de costumbre, no pueden usar la mente en forma correcta, no están en condiciones de pronunciar un juicio inteligente; ¿y cuánto valdrán sus decisiones?
Los que están en puestos de responsabilidad debieran ser temperantes e íntegros, y especialmente a los que se ha confiado funciones judiciales debieran ser hombres sobrios que pudieran pronunciar justicia y no ser desviados por soborno o prejuicio. Pero cuán vastamente diferente es la condición de nuestros asuntos judiciales y gubernamentales de la que sería posible por la obediencia a las 250 órdenes de Dios. El licor, el tabaco, una conducta relajada, inducen a los hombres a tratar alevosamente con sus prójimos.
Tentaciones por doquiera.
Por doquiera hay tentaciones para nuestros jóvenes, tanto como para los de edad madura. Así en América como en Europa, los lugares de vicio y destrucción son atrayentes mediante la ejecución de música, de modo que los pies incautos son entrampados. Se hace todo lo posible para atraer a los jóvenes a la taberna.
¿Qué se hará para salvar a nuestra juventud? Cristo realizó un sacrificio infinito, se hizo pobre para que por su pobreza pudiéramos enriquecernos y tuviéramos una vida que se mide con la de Dios, ¿y no haremos ningún sacrificio para salvar a los que van a la ruina en torno de nosotros? ¿Qué estamos haciendo por la causa de la temperancia para salvar a la juventud de hoy día? ¿Quién se pone del lado de Cristo como colaborador con Dios?
Padres, ¿estáis enseñando a vuestros hijos para que venzan ? ¿Estáis procurando dominar la marea de mal que amenaza hundir nuestra nación? Madres, ¿estáis haciendo vuestra obra como educadoras? En su niñez, ¿estáis enseñando a vuestros hijos hábitos de dominio propio y temperancia? No esperéis hasta que la pasión los retenga con sus lazos de hierro, sino ahora llevadlos a Dios, enseñadles que Jesús los ama, que el Cielo tiene derecho sobre ellos.
En su juventud, poned sus manos en las manos de Cristo para que él pueda conducirlos. Madres, despertaos a vuestra responsabilidad moral, y trabajad por vuestros hijos como quienes deben dar cuenta. Debemos hacer algo para detener la marea de mal, para que los niños y jóvenes no sean arrastrados a la perdición. Debemos ser vencedores y enseñar a nuestros hijos a serlo.
Cristo venció en nuestro lugar.
En el desierto de la tentación, Cristo pasó por el terreno donde cayó Adán. Comenzó la obra donde comenzó la ruina, y en lugar de nosotros venció el poder del maligno en el punto del apetito.
Satanás abandonó el campo como un enemigo vencido y nadie está eximido de entrar en la batalla del lado del Señor, pues no hay razón para que no podamos ser vencedores si confiamos en Cristo. "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". 251
Mediante los méritos de Cristo, hemos de ser purificados, refinados, redimidos y se nos dará un lugar con Cristo en su trono. ¿Se podría conferir al hombre un honor mayor que éste? ¿Podríamos aspirar a algo mayor? Si somos vencedores, Cristo declara: "No borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Signs of the Times, 22, 29-6 y 6-7-1891).